16.12.11

Back in town

Pero un día, después de muchos años, Albana volvió al pueblo, volvió a la casa. Estaba de nuevo en ese lugar que le traía tantos recuerdos, tanto dolor. Mientras caminaba hacia allí, esperó en vano que el lugar estuviera demolido, pero el edificio estaba intacto, solo más deteriorado aún. No quedaban vidrios ya en las ventanas que alguna vez habían sido de madera barnizada, la puerta tenía un fierro atravesado... supuso que sería peligroso entrar ahi. Todo allí la hacía volver al pasado infinitamente. No quiso recordar más, ni los gritos, ni los colores que abarrotaban su mente en ese momento ni las caras que había abandonado en ese lugar. Simplemente echó a correr en una dirección conocida, donde sabía que encontraría su paz nuevamente.
Albana llegó al parque y se paró para recuperar el aire perdido. Sus ojos intentaron abarcar en una sola mirada al gran predio vacío. Todo estaba muy viejo, y seguía como lo recordaba, con ese dejo de película de terror. Comenzó a impacientarse al no ver a nadie, al no verlo a él. Miró el reloj, habían pasado quince minutos de la hora acordada. Rayos, por qué había tenido que parar a ver la maldita casa, por qué siempre tenía que ser tan impuntual. Se revolvió el cabello nerviosa, preguntándose si él la estaría buscando o si se habría ido ya. Tenía ganas de llorar y no sabía por qué, si por la casa y lo que había pasado allí o porque se sentía una tonta al haber vuelto. Extrañaba tanto... se sentía tan culpable por todo, odiaba su vida ahora más que nunca. Se odiaba simplemente por el hecho de existir. Hubiera preferido irse, irse y dejar que ellos se quedaran, ella tendría que haber estado en la casa en lugar de su familia... ella merecía irse, no sus padres ni su hermano, ella tenía la culpa de todo. Comenzó a rasguñarse las manos en un ataque de desesperación mientras las lágrimas caían por su rostro incesablemente. Los espasmos que recorrían su ser cada vez más intensamente se calmaron cuando vio la sangre en sus uñas. Se sentía enferma, no tenía que haber vuelto. Admiró en silencio cómo se lastimaba cada vez más y más.
De la nada, sintió cómo alguien la abrazaba por atrás y suavemente separaba sus manos heridas. Albana se asustó y lloró más fuerte.
-Shh, no llores pequeña, ya estoy acá.-le dijo al oído mientras acariciaba sus brazos con parsimonia. 
Al reconocer su voz, ella volteó y se aferró a su cuerpo intentando tranquilizarse. Él besó su cabeza y acarició su cabello y su espalda, sacándola de aquel trance de terror. Se alejó un poco y la miró con ternura al secarle las lágrimas con su mano.
-Está bien, no llores más.-le dijo mientras acariciaba el precioso semblante sonrosado de Albana. Ella lo miró a los ojos, transmitiéndole su dolor.-Sabes que no fue tu culpa, y ellos también. Estoy acá. 
La atrajo contra su pecho y comenzó a tararearle su canción favorita. 
-¿Martín?-le susurró con un hilo de voz.
-¿Qué?
-Te extrañé.-le dijo aferrándose a él y besándolo dulcemente en el hombro.
-Yo también bonita, va a estar todo bien.-le aseguró con una sonrisa mientras besaba su cabello.-ya estás en casa.- susurró haciéndola sentir protegida, haciendo que Albana no se arrepintiera de haber vuelto, haciéndola encontrar su ser, llenándola de paz y haciéndola sentir que él era su verdadero hogar.

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