14.12.11

Lágrimas de sal.

No sé si fue un día, una noche, un momento o alguna hora, pero podemos decir que en un día que contiene 24 horas, en algún transcurso de ellas, pasaron cosas por su cabeza. Ella estaba completamente atormentada de ideas extremas, ya no le interesaba nada. Con la misma agilidad que tenía para encender cosas decidió apagarlas con cada trocito de tristeza que obtenía con sus manos. Ahogada en su abundante llanto miraba como permanecía quieto su celular sobre su mesa de luz. Ella estaba sentada sobre el suelo en frente de esta misma, esperando su llamado o algún mensaje. Permaneció varios minutos sentada en la misma posición y nada pasaba, el celular estaba igual que antes, tan quieto y frío, congelado de sonidos y transferencias. Harta de esperar decidió volver a ahogarse en llanto, a seguir gritando con la soledad, a volver a sentirse sola. Lloró y lloró hasta que su cara se volvió completa en lágrimas de sal y tristeza, y estas terminaron por acabarse. Ella pensaba que ya estaba vacía y que ni siquiera el llanto la podía acompañar, que había quedado sola. Pero no habían sido las lágrimas las que habían dejado de caer por su cuenta, ella les dijo que pararan, que iba a encontrar la solución. Se levanto del suelo, se miro al espejo y se secó la cara, limpió todas sus manchas que había dejado en el suelo y miró al celular petrificado y lo escondió en un cajón, tomó su melodía de su voz y salió por la terraza, caminó por los techos hasta encontrarse con el cielo y su paz. Se vistió del mismo color de su mar y navegó con las estrellas, nadando hacia la luna, en busca de ella misma, cantó con sus melodías y se pudo encontrar con sí, con su fuerza de sí. En ese momento el pero transcurrió, fue cuando después de tantos días de llanto ella puso un pero, un corte, un pero siempre hay alguno bueno, un pero tiene que cambiar, ese pero la ayudo a ser lo que hoy en día es y lo que aún le queda por crecer.


Julieta

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