21.12.11

La esquina.

La esquina, la iglesia en la otra esquina, la casa de color ladrillo, el restauran. Me encontraba en la esquina, no era clasificada por ningún local ni particularidad en especial, tan solo era la esquina, maldita esquina. Me paré al borde del cordón para cruzar la calle, era de noche y los autos corrían tan rápido como latía mi corazón. No frenaban nunca, el semáforo quería permanecer en verde y el hombre del semáforo de en frente permanecía quieto y de color naranja. No tenía paciencia, tenía que avanzar la noche me estaba abrazando y no podía esperar, tenía que llegar, sino iba a entrar en problemas y no quería, nadie quería eso, o por lo menos yo, me acuerdo en otros sueños que a esa persona le gustaba enloquecer, crecía al compás de su furia y sus ojos se volvían rojos enredándome en pudor y miedo. No, mejor no recordarlo, lo quiero olvidar, ahora volvamos a los autos que no paran de avanzar. Me cansé de esperar y decidí adentrarme a la abierta avenida, del otro lado se encuentran calles oscuras con un gran verde parque que nunca me animé a visitar a estas horas pero, de repente algo se adentró a mi y no pude evitarlo... corrí. Sí, quise correr, la adrenalina me invadió, no me intereso si los autos me pisaban o no, sentía como había entrado en un juego de tiempo, como la arena y las agujas del reloj corrían cada vez más rápido, nada las detenía, y tampoco podían detenerme a mí, me convertí en el tiempo y pude sentir que nada me paraba, nadie me paraba, dejé atrás todo, los miedos que me podían perturbar antes se unieron para conformar uno solo, aquella persona. Corrí y corrí, todo se transformaba, no había caminos ni calles, era una sola marcada con un callejón al final. Yo mientras corría escuchaba como me hablabas, podía sentir como tus lágrimas acompañaban a las mías, pero no podía evitarlo, tenía que seguir. Seguí corriendo, el aire de mi cuerpo cada vez era más corto e iba desapareciendo, sentía como el frío me invadía a pesar del movimiento y como el viento se transformaba en hielo. No paré de correr por un largo rato, seguí corriendo hasta que vi una luz al final y esa luz del final me despertó. Abrí los ojos y no supe si había llegado, si aquella persona que tanto me perturbaba se había enojado, me levanté de mi cama y cuando el sol se escondió lo descubrí, en esa misma esquina y en esas mismas calles.

Julieta.

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