31.1.12

Pequeño relato de una noche.

En un momento me rendí. Empezé a aceptar cosas que van en contra de mis ideales. Cosas que antes no podía  aceptar ni quería, parecen habaerme ganado por cansancio. Sigo pensando que no es bueno, pero ya no me importa, no me molesta, me  dejo llevar.
No se si es el ambiente, mi cabeza o qué. Un vaso, otro no me va a hacer mal. Yo lo puedo controlar. La música está muy fuerte o muy baja. Las luces parpadean. No se si todos ven lo que veo yo. Los veo tranquilos, y no me importa, porque yo quiero bailar. Será por las luces, las canciones o ese último trago, que  soy capáz de bailar sola si no hay nadie más. "Acompañame", me dice Sol, "ya volvemos". Vamos hasta el guardarropas. Vamos al baño. Mi cara deplorable en el espejo, siempre un desastre. No puedo quedarme totalmente quieta, mantener el equilibro. Siempre pasa. Caminamos hacia donde estabamos, los chicos iban en dirección contraria. "Estan por allá", señalan. Pero vamos hasta ahí, y no estan, Los buscamos, no los encontramos. Ya fue. Vamos a la otra pista. Buscamos un lugar y nos ponemos a bailar. La gente alrededor no está tan copada como nosotras. La miro y pienso en el increíble contraste con el resto. "Que ridícula debo parecer", pienso. Pero no me importa. No puedo dejar de moverme, no quiero. Debería estar un poco más preocupada por encontrar al resto, pero no. La estamos pasando bien.

"Te duele mucho la garganta?", pregunta la mamá al ver que llevo puesto un pañuelo, pleno verano, con musculosa. Si, un poco. "Querés que te compre una pastilla o algo?" No no, está bien, ahora si no compro un caramelito de miel. Ya se me va a pasar...
Definitivamente, necesito dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario